Cuando se habla de “derechos humanos” parece que se hace referencia a su aplicación universal extensiva a hombres y mujeres. Sin embargo, los derechos humanos fueron concebidos en su momento desde una visión del mundo androcéntrica de la cual fueron excluidas las mujeres y el derecho internacional ha venido ignorando durante mucho tiempo los problemas específicos de las mujeres, como la falta de libertad personal, la violencia machista o la discriminación salarial.
No es una anécdota que la primera declaración de derechos, tras la revolución francesa, se denominara “Derechos del Hombre y del Ciudadano” (1789). La igualdad se reclamaba para los ciudadanos, en desigualdad por razones políticas y sociales, pero no para las mujeres, cuya desigualdad se atribuía a un origen natural que las convertía en seres necesitados de protección y tutela. Tan convencidos estaban de ello que Olimpe de Gouges fue ejecutada por exigir que los derechos conquistados se extendieran a las mujeres, que habían participado activamente en la revolución.
¿Qué ha pasado después? La lucha de las mujeres ha conseguido que se les reconozcan los mismos derechos que los establecidos para los hombres. Sin tener en cuenta los riesgos específicos que sufren por su condición. Como consecuencia, el avance en la satisfacción de los derechos sociales, económicos y culturales ha sido distinto en hombres y mujeres.
En pleno siglo XXI, las mujeres ven vulnerados específicamente sus derechos en forma de discriminaciones que afectan a su desarrollo personal, laboral o social. Y son víctimas de formas específicas de violencia, algunas brutales, como la explotación sexual, el femicidio, el infanticidio femenino, la violación o la mutilación genital.
¿Cuál es la causa de que las mujeres sufran violaciones diferenciadas de derechos? La infravaloración, la subordinación y la exclusión de la toma de decisiones de las mujeres, están en el origen de las violaciones de sus derechos. Esta desigualdad es histórica y, además, universal: la comparten todas las mujeres, sin distinción de cultura, raza, clase o geografía. Una desigualdad que, en muchos casos, es defendida con argumentos como la preservación de la identidad cultural o religiosa.
Por esta realidad, los derechos humanos exigen un replanteamiento desde una perspectiva de género. Para que mujeres y hombres avancemos, han de ser reconocidos los riesgos que amenazan a las mujeres y se han de considerar los derechos de las mujeres como derechos humanos. Ya se han dado pasos con estos objetivos.
La Convención de las Naciones Unidas para la eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres (CEDAW), adoptada en 1979, es el instrumento jurídico más relevante sobre derechos humanos de las mujeres. En el año 2004 había sido ratificada por 179 países, que emiten informes periódicos sobre el cumplimiento en su territorio, aunque no hay sanciones previstas en caso de incumplimiento. Por ello, aunque ha sido un instrumento valioso, ha resultado insuficiente para abordar los problemas de las mujeres.
Las cuatro Conferencias Internacionales de la Mujer, celebradas en 1975, 1980, 1985 y 1995, y especialmente esta última, en Beijing, han sido fundamentales para identificar los problemas generados por las desigualdades de género y para acordar estrategias globales. Con una rotunda declaración:
“El empoderamiento de las mujeres y la igualdad entre las mujeres y los hombres son condiciones indispensables para lograr la seguridad política, social,económica, cultural y ecológica entre todos los pueblos”
La Declaración y la Plataforma para la Acción de la Conferencia de Beijing (1995) introdujeron de forma irreversible la perspectiva de género en la agenda internacional. Diez años después, en el año 2005, se analizaron los progresos realizados. Se habían producido notables avances, pero persistían obstáculos en la lucha de las mujeres por la igualdad. Se constataba que las mujeres eran el 70% de las personas pobres, tenían menos acceso a la educación que los hombres, sufrían mayoritariamente el SIDA, eran víctimas mayoritarias de la violencia sexual y del tráfico sexual, y seguían alejadas de los órganos de poder.
Antes, la Declaración del Milenio (2000) se había comprometido a combatir todas las formas de violencia contra las mujeres y a implementar la Convención de las Naciones Unidas para la eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres (CEDAW).
A pesar de los avances, todavía se producen violaciones inadmisibles de los derechos de las mujeres. Las mujeres de ENclave expresamos nuestra admiración y reconocimiento para todas aquellas mujeres que, en circunstancias adversas, lucharon y luchan con coraje para que los derechos de las mujeres sean considerados derechos humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario